Vista panorámica
del siglo XX
Algunas
reflexiones sobre el siglo xx
Isaiah
Berlin (filósofo, Gran Bretaña): «He vivido durante la mayor parte del siglo XX
sin haber experimentado —debo decirlo— sufrimientos personales. Lo recuerdo
como el siglo más terrible de la historia occidental».
Julio
Caro Baroja (antropólogo, España): «Existe una marcada contradicción entre la
trayectoria vital individual —la niñez, la juventud y la vejez han pasado
serenamente y sin grandes sobresaltos— y los hechos acaecidos en el siglo XX...
los terribles acontecimientos que ha vivido la humanidad».
Rita
Levi Montalcini (premio Nobel, científica, Italia): «Pese a todo, en este siglo
se han registrado revoluciones positivas... la aparición del cuarto estado y la
promoción de la mujer tras varios siglos de represión».
William
Golding (premio Nobel, escritor, Gran Bretaña): «No puedo dejar de pensar que
ha sido el siglo más violento en la historia humana».
Ernst
Gombrich (historiador del arte, Gran Bretaña): «La principal característica del
siglo XX es la terrible multiplicación de la población mundial. Es una
catástrofe, un desastre y no sabemos cómo atajarla».
Yehudi
Menuhin (músico, Gran Bretaña): «Si tuviera que resumir el siglo XX, diría que
despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad y
destruyó todas las ilusiones e ideales».
Severo
Ochoa (premio Nobel, científico, España): «El rasgo esencial es el progreso de
la ciencia, que ha sido realmente extraordinario... Esto es lo que caracteriza
a nuestro siglo».
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La destrucción del pasado, o
más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea
del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más
característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte,
los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de
presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el
que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya tarea consiste en recordar lo
que otros olvidan, mayor trascendencia que la que han tenido nunca, en estos
arios finales del segundo milenio. (…)
¿Cómo hay que explicar el
siglo XX corto, es decir, los años transcurridos desde el estallido de la
primera guerra mundial hasta el hundimiento de la URSS, que, como podemos
apreciar retrospectivamente, constituyen un período histórico coherente que
acaba de concluir? Ignoramos qué ocurrirá a continuación y cómo será el tercer
milenio, pero sabemos con certeza que será el siglo XX el que le habrá dado
forma. (…)
Los decenios transcurridos
desde el comienzo de la primera guerra mundial hasta la conclusión de la
segunda fueron una época de catástrofes para esta sociedad, que durante
cuarenta años sufrió una serie de desastres sucesivos. Hubo momentos en que
incluso los conservadores inteligentes no habrían apostado por su
supervivencia. Sus cimientos fueron quebrantados por dos guerras mundiales, a
las que siguieron dos oleadas de rebelión y revolución generalizadas, que
situaron en el poder a un sistema que reclamaba ser la alternativa,
predestinada históricamente, a la sociedad burguesa y capitalista, primero en
una sexta parte de la superficie del mundo y, tras la segunda guerra mundial,
abarcaba a más de una tercera parte de la población del planeta. Los grandes
imperios coloniales que se habían formado antes y durante la era del imperio se
derrumbaron y quedaron reducidos a cenizas. (…)
Como este siglo nos ha
enseñado que los seres humanos pueden aprender a vivir bajo las condiciones más
brutales y teóricamente intolerables, no es fácil calibrar el alcance del
retorno (que lamentablemente se está produciendo a ritmo acelerado) hacia lo
que nuestros antepasados del siglo XIX habrían calificado como niveles de
barbarie.(…) En el siglo XX, las guerras se han librado, cada vez más, contra
la economía y la infraestructura de los estados y contra la población civil.
Desde la primera guerra mundial ha habido muchas más bajas civiles que
militares en todos los países beligerantes, con la excepción de los Estados
Unidos.
Y sin embargo, a la hora de
hacer un balance histórico, no puede compararse el mundo de finales del siglo
XX con el que existía a comienzos del período. Es un mundo cualitativamente
distinto, al menos en tres aspectos. En primer lugar, no es ya eurocéntrico. A
lo largo del siglo se ha producido la decadencia y la caída de Europa, que al
comenzar el siglo era todavía el centro incuestionado del poder, la riqueza, la
inteligencia y la «civilización occidental» .
La segunda transformación es
más significativa. Entre 1914 y el comienzo del decenio de 1990, el mundo ha
avanzado notablemente en el camino que ha de convertirlo en una única unidad
operativa, lo que era imposible en 1914. De hecho, en muchos aspectos,
particularmente en las cuestiones económicas, el mundo es ahora la principal
unidad operativa (…).
La tercera transformación,
que es también la más perturbadora en algunos aspectos, es la desintegración de
las antiguas pautas por las que se regían las relaciones sociales entre los
seres humanos y, con ella, la ruptura de los vínculos entre las generaciones,
es decir, entre pasado y presente. Esto es sobre todo evidente en los países
más desarrollados del capitalismo occidental, en los que han alcanzado una
posición preponderante los valores de un individualismo asocial absoluto, tanto
en la ideología oficial como privada, aunque quienes los sustentan deploran con
frecuencia sus consecuencias sociales. De cualquier forma, esas tendencias
existen en todas partes, reforzadas por la erosión de las sociedades y las
religiones tradicionales y por la destrucción, o autodestrucción, de las
sociedades del «socialismo real».
Una sociedad de esas
características, constituida por un conjunto de individuos egocéntricos
completamente desconectados entre sí y que persiguen tan sólo su propia
gratificación (ya se le denomine beneficio, placer o de otra forma), estuvo
siempre implícita en la teoría de la economía capitalista. (…)
Esta es la situación a la
que debe adaptarse una parte de la humanidad en este fin de siglo y en el nuevo
milenio. Sin embargo, es posible que para entonces se aprecie con mayor
claridad hacia dónde se dirige la humanidad. Podemos volver la mirada atrás
para contemplar el camino que nos ha conducido hasta aquí (…). Ignoramos cuáles
serán los elementos que darán forma al futuro, (…) Confiemos en que el futuro nos depare un mundo
mejor, más justo y más viable. El viejo siglo no ha terminado bien.
HOBSBAWM, Eric (1998) Historia del siglo XX, Ed. Crítica Buenos
Aires, Argentina, pp 10-26.