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jueves, 3 de septiembre de 2020
miércoles, 5 de agosto de 2020
domingo, 24 de marzo de 2019
La Doctrina Truman y el Plan Marshall
Si te interesa este tema y querés ampliar tus conocimientos te recomiendo el siguiente video:
La Guerra Fría y el Plan Marshall
El Plan Marshall
Discurso de George
Marshall. Universidad de Harvard. 6 de Junio de 1947
No necesito
decirles, señores, que la situación mundial es muy seria (…). Al considerar lo
que se precisa para la rehabilitación de Europa, la pérdida física de vida, la
destrucción visible de ciudades, factorías, minas y ferrocarriles, fueron
correctamente estimadas, pero se ha hecho obvio en los últimos meses que esta
destrucción visible era probablemente menos seria que la dislocación de toda la
fábrica de la economía europea (…).
La verdad de la cuestión es que las
necesidades de Europa para los próximos tres o cuatro años en alimentos y otros
productos esenciales procedentes del exterior, principalmente de América, son
tan superiores a su presente capacidad de pago, que tienen que recibir una
ayuda adicional sustancial o enfrentarse con un deterioro económico, social y
político de un carácter muy grave. El remedio consiste en romper el círculo
vicioso y restaurar la confianza de la gente europea en el futuro económico de
sus propios países y de Europa como un todo. El fabricante y el granjero a lo
largo y ancho de amplias áreas tiene que tener capacidad y voluntad de cambiar
sus productos por monedas cuyo valor continuo no esté constantemente en
cuestión.
Dejando a un
lado el efecto desmoralizador sobre el ancho mundo y las posibilidades de
desórdenes resultantes de la desesperación de la gente afectada, las
consecuencias para la economía de los Estados Unidos parecen evidentes a todos.
Es lógico que los Estados Unidos hagan cuanto esté en su poder para ayudar a
volver a una salud económica normal en el mundo, sin la cual no cabe
estabilidad política ni paz segura. Nuestra política no va dirigida contra
ningún país, ni ninguna doctrina, sino contra el hambre, la pobreza, la
desesperación y el caos. Su objetivo debe ser la vuelta a la vida de una
economía operante en el mundo, de forma que permita la aparición de condiciones
políticas y sociales en las que puedan existir instituciones libres. Tal ayuda,
a mi modo de ver, no debe llevarse a cabo en pedazos a medida que se
desarrollen las crisis. Cualquier ayuda que este Gobierno pueda prestar en el
futuro debe procurar una cura antes que un simple paliativo.
Cualquier
gobierno que esté dispuesto a ayudar en la tarea de la recuperación,
encontrará, estoy seguro de ello, plena cooperación por parte del Gobierno de
los Estados Unidos. Cualquier gobierno que maniobre para bloquear la recuperación
de otros países no puede esperar apoyo de nosotros. Más aún, los gobiernos,
partidos políticos o grupos que traten de perpetuar la miseria humana al objeto
de aprovecharse de ella políticamente o de otra manera, encontrarán la
oposición de los Estados Unidos.
Es ya
evidente que, antes de que el Gobierno de los Estados Unidos pueda ir mucho más
lejos en sus esfuerzos para aliviar la situación y ayudar a situar al mundo
entero en su camino hacia la reconstrucción, tiene que haber algún acuerdo
entre los países de Europa en cuanto a lo que requiere la situación y a la
parte que estos países mismos tomarán en orden a dar el adecuado efecto a
cualquier acción que pueda ser emprendida por este Gobierno. No resultaría ni
conveniente ni eficaz para este Gobierno intentar montar unilateralmente un
programa encaminado a poner a Europa de pie económicamente. Este es el asunto
de los europeos. La iniciativa, pienso yo, tiene que venir de Europa. El papel
de este país debe consistir en una ayuda amistosa en la elaboración de un
programa europeo y un ulterior apoyo a dicho programa en la medida en que pueda
ser práctico para nosotros hacerlo. El programa debería ser un programa
combinado, aceptado por un buen número de naciones europeas, si no por todas.
Parte esencial
de cualquier acción afortunada por parte de los Estados Unidos es que el pueblo
de América comprenda, por su parte el carácter del problema y los remedios a
aplicar. La pasión política y los prejuicios no deben intervenir. Con
previsión, y con la voluntad de nuestro pueblo de enfrentarse con la ingente
responsabilidad que la historia ha puesto claramente sobre nuestro país, las
dificultades que he subrayado pueden ser superadas, y lo serán.
LA DOCTRINA TRUMAN
Discurso del presidente Truman ante el Congreso de EE.UU. Washington, 12 de marzo de 1947
“Uno de los objetivos
fundamentales de la política exterior de Estados Unidos es la creación de
condiciones en las cuales nosotros y otras naciones podamos forjar una manera
de vivir libre de coacción. Esta fue una de las causas fundamentales de la
guerra con Alemania y el Japón. Nuestra victoria se logró sobre países que
pretendían imponer su voluntad y su modo de vivir a otras naciones. Para
asegurar el desenvolvimiento pacífico de las naciones libres de toda coacción,
Estados Unidos ha tomado parte preponderante en las Naciones Unidas. Estas
están destinadas a posibilitar el mantenimiento de la libertad y la soberanía
de todos sus miembros. Sin embargo, no alcanzaremos nuestros objetivos a menos
que estemos dispuestos a ayudar a los pueblos libres a preservar sus
instituciones libres y su integridad nacional frente a los movimientos
agresivos que tratan de imponerles regímenes totalitarios. Esto es simplemente
reconocer con franqueza que los regímenes totalitarios impuestos a los pueblos
libres, por agresiones directas o indirectas, socavan los fundamentos de la paz
internacional y, por tanto, la seguridad de los Estados Unidos. En la presente
etapa de la historia mundial casi todas las naciones deben elegir entre modos
alternativos de vida. Con mucha frecuencia, la decisión no suele ser libre. En
varios países del mundo, recientemente, se han implantado por la fuerza
regímenes totalitarios, contra la voluntad popular. El gobierno de los Estados
Unidos ha levantado frecuentes protestas contra las coacciones y las
intimidaciones realizadas en Polonia, Rumanía y Bulgaria, violando el acuerdo
de Yalta. Debo afirmar también que en otros países han ocurrido hechos
semejantes. Uno de dichos modos de vida se basa en la voluntad de la mayoría y
se distingue por la existencia de instituciones libres, un gobierno
representativo, elecciones limpias, garantías a la libertad individual,
libertad de palabra y religión y el derecho a vivir sin opresión política.
El otro se basa en la voluntad de una minoría impuesta mediante la fuerza a la mayoría. Descansa en el terror y la opresión, en una prensa y radio controladas, en elecciones fraudulentas y en la supresión de las libertades individuales. Creo que la política de los Estados Unidos debe ayudar a los pueblos que luchan contra las minorías armadas o contra las presiones exteriores que intentan sojuzgarlos. Creo que debemos ayudar a los pueblos libres a cumplir sus propios destinos de la forma que ellos mismos decidan. Creo que nuestra ayuda debe ser principalmente económica y financiera, que es esencial para la estabilidad económica y política. El mundo no es estático y el statu quo no es sagrado. Pero no podemos permitir cambios en el statu quo que violen la Carta de las Naciones Unidas por métodos como la coacción o subterfugios como la infiltración política. Ayudando a las naciones libres e independientes a conservar su independencia, Estados Unidos habrá de poner en práctica los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Basta mirar un mapa para comprender que la supervivencia e integridad de la nación griega tiene gran importancia dentro del marco más amplio de la política mundial. Si Grecia fuera a caer bajo el poder de una minoría armada, el efecto sobre su vecino Turquía, sería inmediato y grave. La confusión y el desorden podrían fácilmente extenderse por todo el Medio Oriente (…).
Si dejáramos de ayudar a Grecia y Turquía en esta hora decisiva, las consecuencias, tanto para Occidente como Oriente, serían de profundo alcance. Debemos proceder resuelta e inmediatamente (…). Por lo tanto, pido al Congreso autorización para ayudar a estos dos países con la cantidad de cuatrocientos millones de dólares durante el período que termina el 30 de junio de 1948. Además de dichos fondos, pido al Congreso que apruebe el envío de personal norteamericano civil y militar, a Grecia y Turquía, a petición de aquellos países, para cooperar en la tarea de la reconstrucción y con el fin de que supervise la utilización de la ayuda financiera y material que lleguen a ser otorgadas (…). Si vacilamos en nuestra misión de conducción podemos hacer peligrar la paz del mundo y, sin lugar a dudas arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación”.
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