El siguiente es un artículo periodístico acerca de la noción de economía y su aplicación en "tiempos de coronavirus". Les propongo que lo lean y luego realicen las actividades que aparecen a continuación.
Polanyi, el coronavirus y la ceguera pandémica del
liberalismo
Montevideo,10 de abril de 2020 | Escribe: Federico
Traversa para La Diaria
Existen al menos dos definiciones muy
diferentes de lo es que la economía, pero todos los cursos introductorios de
las universidades del mundo usan una sola: la economía es la asignación de
recursos escasos que son pasibles de múltiples fines. Lo interesante es que la
elección de esta definición no es casual; detrás de ella late la enseñanza de
una visión única y mercantil de cómo debe funcionar la economía. Incluso podría
afirmarse que bajo esta perspectiva, cualquier forma de economía que no se
parezca a la de mercado no es buena economía, o, lisa y llanamente, no es
economía. (…)
El énfasis de la definición está puesto
en el proceso de asignación de recursos: economía es asignar recursos escasos.
Ahora bien, podríamos imaginar modos muy diferentes de asignar estos recursos,
pero sin lugar a dudas, dado el supuesto de escasez, buscaremos que la
asignación sea lo más eficiente posible. Muchos desarrollos posteriores de los
economistas liberales se han encargado de “demostrar” que el mercado es la
forma de asignación más eficiente de recursos. O, lo que es lo mismo, que sólo
un sistema de precios aplicado a rajatabla y a casi todo ‒como el que rige una
economía de mercado liberal‒ permite que cada agente económico valore los
bienes y evalúe qué comprar, qué vender y cómo asignar sus recursos.
Muy bien, pero... ¿cuál es el precio de
la vida? ¿Qué sucede si por un tiempo el funcionamiento libre del mercado pone
la vida en riesgo? ¿Cuánto vale cada vida en estas condiciones? Un viejo y
olvidado economista, llamado Karl Polanyi, hacía notar algo de disparatado en
la definición de economía de los liberales: un jugador de ajedrez, al escoger
qué pieza mover, asigna recursos escasos a fines múltiples, y una monja de
clausura, mientras ordena su tiempo y eleva sus plegarias al cielo, hace lo
mismo, colocando su pensamiento y oración en una cosa o en otra. ¿Dirán
entonces los liberales que el jugador de ajedrez y la monja están haciendo
economía? El coronavirus nos coloca hoy frente a un
ejemplo mucho más desgarrador: por todas partes circulan los testimonios de
trabajadoras y trabajadores de la salud ‒sobre todo en los hospitales desbordados
de Europa‒ que se encuentran ante la terrible tarea de elegir a quién atender y
a quién dejar morir. Nadie se atrevería a decir que están haciendo economía.
La perspectiva de la muerte coloca a la
definición de economía liberal frente a sus límites, muestra una vez más que un
sistema de precios no sirve para dar valor a lo más importante. Y es entonces
cuando surge con fuerza la otra definición, la olvidada, acuñada por Polanyi:
la economía es un proceso institucionalizado por el cual los seres humanos
buscan satisfacer sus necesidades materiales. Se trata de una definición
sustantiva, no formal como la anterior. Atiende a lo que la economía nos
proporciona en última instancia, la satisfacción de necesidades materiales, y
coloca el acento en el ser humano, protagonista y destinatario de lo económico.
Además destaca que no hay un funcionamiento natural o único de lo económico,
porque la economía ha variado a lo largo de la historia, dependiendo de las
instituciones que le dan funcionamiento. El intercambio del mercado es una
forma, pero también existe la redistribución estatal y hasta la reciprocidad
generosa que aún hoy rige en algunas comunidades, en la economía solidaria
dentro de las familias.
No es de extrañar que hoy, con la
cercanía de la muerte, las prioridades sean otras para casi todas y todos. Que
las definiciones formales salten por los aires y nos demos cuenta de lo que la
economía realmente es. Pero algunos pueden empecinarse. El bueno de Boris
Johnson, por ejemplo, dividió primero a Europa agitando el temor a los
inmigrantes pobres y se negó al principio a tomar medidas contra el
coronavirus, por temor a las pérdidas económicas. Lo mismo hicieron sus
derechos amigos de derecha, Donald Trump y Jair Bolsonaro. El brasileño,
mostrando la lógica del sacrificio en el altar del mercado, exclamó: “El pueblo
quiere trabajar; y algunos van a morir, lo siento, pero así es la vida”.(…)
Nunca como ahora vemos que la economía
de mercado no es un fenómeno natural autosuficiente. Las instituciones de
mercado están incrustadas en un aparato público que las respalda y que tiene
que salir a dar la cara cuando las ineficiencias del mercado se hacen más
patentes y graves. Frente a la urgencia, cuando las instituciones del mercado se
resquebrajan, surgen entonces las otras formas de proceder que mencionaba
Polanyi. La redistribución estatal y la reciprocidad comunitaria son los
principales puntos de apoyo con los que cuenta la humanidad entera en estos
días de incertidumbre. ¿No es increíble? ¿Cómo sería posible sostener el
aislamiento sin el seguro de paro, sin el cobro de impuestos, sin las
transferencias de renta no condicionada que aparecen en todas partes del mundo
‒¡incluso en Estados Unidos!‒? Y aun así, tantos quedan sin protección. Y surge
entonces la solidaridad recíproca en forma de ollas, de canastas de alimentos y
vestido, que son entregadas sin pedir nada a cambio, procedimientos organizados
usualmente por los trabajadores y dirigidos a los más pobres.
Mientras tanto, los empresarios más
fuertes, los señores del mercado, despiden de a miles y reclaman el fin del
aislamiento, como hizo la semana pasada el magnate argentino Paolo Rocca, que
dejó en la calle a 1.500 personas. Seguro que el fin del aislamiento que
reclama es para los otros, para los que trabajan, no para él o su familia. Este
anciano que tiene suficiente dinero para vivir miles de vidas ha puesto la sede
de su empresa en Luxemburgo para pagar menos impuestos y proclama que “el
mercado va a derrotar al Estado”. Menos mal que eso no ha sucedido aún, porque
su país ‒como el nuestro‒ enfrenta a esta pandemia con profesionales y avances
tecnológicos que se han formado, en su mayoría abrumadora, en universidades e
instituciones públicas.
En fin, se dirá que se trata de un caso
extremo, de una pandemia, pero que el mercado funciona bien salvo estos casos
excepcionales. Pues no. Sólo cuando nos toca a todos, cuando todos quedamos
encerrados en nuestras casas, preocupados por la salud y nuestro sustento,
vemos lo que en realidad les pasa día a día y en condiciones normales a tantas
otras personas cuya voz no escuchamos. Son miles de millones los que cada día,
y en “condiciones normales”, no consiguen satisfacer sus necesidades básicas.
No entran en la asignación eficiente de ninguna ecuación de recursos, y
entonces no tienen para comer o curarse, para vivir su vejez o su infancia, o
ni siquiera encuentran un trabajo donde emplear sus manos para conseguir su
sustento y el de los suyos. Sólo hoy, que somos muchos más los afectados, es
que podemos verlo. Ahora que lo vemos, que sea una oportunidad para corregir el
futuro.
Federico Traversa es doctor en Ciencia
Política e investigador del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de
la República.
5. Reflexiona en un texto de no más de 10 renglones sobre los aportes más importantes que a tu parecer nos deja el artículo.
La resolución de los ejercicios a profaeladiasaya@gmail.com con nombre y grupo.
La resolución de los ejercicios a profaeladiasaya@gmail.com con nombre y grupo.